02/07/2023 | LUISA ESTRADA Y FEDERICO GONZÁLEZ DEL SOLAR

Entrevista a Mauricio Kartún: “El teatro cumple hoy una función de afinación tribal”

Junto con el fútbol y las manifestaciones políticas, para el dramaturgo el teatro es uno de los pocos lugares donde, codo a codo, se exploran la potencia y los límites del cuerpo






Figura ineludible del teatro argentino, con Civilización…¿O barbarie? dio inicio a una prolífica y luminosa carrera laureada por numerosos premios y reconocimientos. Es de aquellos que se resisten a la modernidad: todavía usa un teléfono fijo y una agenda de papel. El dramaturgo, autor de distintas obras como El niño argentino, Chau Misterix, La Madonnita, Terrenal y Las vis cósmica, habló sobre el alcance y la naturaleza del teatro en tiempos dominados por las pantallas.


-En una sociedad dominada por las pantallas, ¿en qué lugar ves al teatro? 

El lugar del teatro ha cambiado naturalmente, han aparecido alternativas. Durante 2300 años era la única posibilidad de generar un ritual soporte de una historia que se ve y se escucha. El nacimiento del celular y la virtualidad lo van moviendo naturalmente. Por cuestiones naturales de dialéctica. Lo interesante es ver cómo el teatro refuerza su poder. Todas estas novedades lo obligan a tener roles nuevos, como por ejemplo, el de crear raíces al cuerpo. Si nosotros pensamos al arte o a lo audiovisual como un árbol, el árbol pegó un estirón brutal en los últimos 30 años, lo virtual lo elevó de una manera notable. Como todo árbol que crece, el riesgo es que si no tienen raíces en la misma proporción se vuelque. Cada vez estamos en lenguajes que nos alejan más del cuerpo, que nos inmovilizan, que nos dan una falsa sensación de poder. Frente a eso, el teatro cumple una función de afinación tribal. Es el único lugar prácticamente, junto con el fútbol y las manifestaciones políticas, donde la gente vuelve a juntarse, y en el codo a codo, se afinan las risas en los ritos y los ritmos. Por un lado es un rito de afinación, por el otro lado, cada vez más, es lo que muestra el poder del cuerpo. El teatro es una manera de demostrarlo, de mostrar todo lo que puede el cuerpo. Un cuerpo emocionado, atravesando un espacio bañado por una luz es capaz de generar un relato fascinante.




-En la medida en que el circuito independiente funciona por fuera de las leyes del mercado, se termina gestando una especie de endogamia intelectual. Es común ver en las filas de las salas independientes gente que hace teatro. ¿Crees que estas condiciones nos alejan de los espectadores? ¿Qué riesgos hay de que el teatro quede en un nicho elitista?

El riesgo está siempre. De la misma manera que una familia puede encerrarse en sí misma, cualquier proyecto teatral puede encerrarse en sí mismo; pero también está la posibilidad de dar el salto. ¿Cuál es el salto? Tanto en la familia como en el teatro pasa a la sociedad. He tenido espectáculos que han sido de consumo interno. Solamente un segmento muy pegado al teatro mismo ha sido capaz de disfrutarlo. Pero de pronto, dan el salto. Con Terrenal llegamos a los 100000 espectadores. Buena parte de las películas en el mundo no llegan a esa cantidad. Creo que de lo que se trata es dar ese salto. El teatro independiente no te condena a la elite. No hay un elite de teatro independiente, sobre todo en BS AS, que tiene muchos públicos.  De lo que se trata es de dar el salto a públicos nuevos. El secreto está en aceptar la necesidad de comunicación, no encerrarlo. No pensarlo como un puro lugar de expresión narcisista, hay que abrirlo, buscar alternativas. Cuando se produce el salto, si el material es capaz de sorprender, el público llega.



Mauricio Kartún, ganador de dos premios Konex de Platino de teatro

-Entonces, si una obra no convoca al público, ¿quiere decir que no logra comunicar? 

Exacto. Comunicar no significa ser explícito, no significa ser llano, ni vano. Uno puede comunicar la complejidad y eso es lo verdaderamente bello.  A veces, hay que repetir experiencias hasta encontrar cómo desarrollarlas porque todavía no conseguimos mostrarle al público nuestra capacidad de sorprender. Es necesario un proceso: el estreno de dos o tres espectáculos, es decir, instalar un modelo. Si el público va aceptando ese proceso el devenir es natural. Es el crecimiento del artista. No hay cursos que te enseñen como nadar en el medio. Lo que hacen es darte un empujón desde el trampolín, y hay que empezar a manotear, manotear y manotear; y algunos se ahogan. ¿Qué hay que hacer? Bueno, no hay que alejarse de la orilla en el primer espectáculo, en el segundo hacés un ancho y en el tercero hacés un largo.


-En este momento de gran efervescencia social por la reivindicación de los derechos de las mujeres y minorías, muchas veces el teatro funciona como un canal de reclamo. ¿Cómo ves la relación entre el arte y la política?

El teatro ha estado relacionado siempre con las ideas de la época. Pero lo ha estado de una manera profunda y elocuente, en la medida en que las encarna. Es distinto cuando los autores ponen en boca de los personajes sus ideas. Cuando el teatro se vuelve un medio de comunicación se vuelve fastidioso. El gran desafío es aceptar esa hipótesis de encarnar: si el teatro encarna, queda justamente en carne, en algo vivo. Ver, por caso, Babilonia de Discépolo, me permite sentir en vivo las ideas de la época. Ese devenir complejo a veces siniestro del inmigrante que llega y le va bien contra el que le va mal, el que tiene ideas revolucionarias, y el que acepta las ideas del poder, el honesto y el deshonesto. Cuando veo Babilonia, digo “vive frente a mi el cuerpo de ideas de 1910”. De esto se trata. Las obras de los anarquistas que defendían sus ideas, por ejemplo, no han trascendido ninguna. Buscan convencerte de algo. Siempre van a estar las obras que encarnan y las obras que dicen por alto parlante.




-¿Cuándo o cómo se da ese salto? Terrenal no es difusión ideológica?

Cuando veo al autor haciendo señas con una banderita atrás de la obra, cuando esas ideas están manifestadas por los personajes, ahí uno ve esa intención. Si uno ve Terrenal, puede decir que es una obra de difusión ideológica, sí, pero he conseguido pasarla a una zona de ironía, donde el espectador se ríe de esa forma de manifestación. En ese sentido, el humor siempre es un buen aliado. De lo que se trata es que el espectador sienta en carne lo que está pasando y no que escuche en frío lo que el autor está diciendo. Cuando uno siente que lo están aleccionando, uno se fastidia.




La obra “Terrenal” fue ganadora de premios ACE (Asociación de Cronistas del Espectáculo) como Mejor Obra Argentina 

-Terrenal, una obra que, como dijiste, fue vista por 100.000 espectadores. ¿Dirías que es una obra independiente o comercial? ¿Cómo definís estos dos mundos? 

El límite es difuso. Terranal sigue siendo un espectáculo independiente con mucho público, porque trabaja con valores del teatro independiente, va al público que accede a ese nicho. Pero es independiente porque sostiene valores éticos y estéticos de los independientes. Terrenal es un un texto que no se allana a la comodidad de un sábado a la noche. Mucha gente va al teatro para ver una obra que no le cree problemas, un teatro donde pueda disfrutar de ese acto de sorpresa sin que sienta que algo no lo entendió. El teatro comercial trata de allanar las diferencias para el que se sienta, entienda sí o sí. Es lo que sucede hoy en día con las series, la sugerencia es allanar; siempre.


-¿Hay riesgo de traición? ¿Cuál es la gran diferencia entre el teatro comercial y el independiente?

El director y autor son generadores de contenido, el actor, en cambio, es difusor. Los actores van de un lado a otro, series, teatro comercial, y también van al teatro independiente a ejercer el derecho de manifestar su pulsión expresiva. La verdad es que no hay traición en el caso de los actores. Ahora, en el generador de contenidos, es distinto. Muy pocos han saltado de campo. Si me pongo más estricto y buscamos qué obras han logrado trascender el teatro comercial en los últimos 50 años, no te voy a poder nombrar ninguna. No hay. Hay obras populares, con mucho público y difusión, pero cuando uno piensa un sentido de trascendencia: ¿qué obra ha traspasado su tiempo? ¿Qué obra pudo ir más allá de sí misma? Es decir, que posibilite a la gente retomarla en una mesa con comida y debatirla. El teatro comercial no ha logrado eso, ha producido materiales allanados a una baja exigencia de complejidad. No ha habido autores que hayan dado el salto con cierta elegancia. No han podido trasladar lo complejo. No hay traición por una cuestión de razonabilidad. En el único lugar donde podes crear algo verdaderamente trascendente es donde tenés libertad, es decir, en el teatro independiente.


“La vis Cómica”  es otra de sus grandes obras


-¿Cómo ves la relación entre las redes y el teatro? Vos como artista consagrado, ¿estás eximido de hacer esa labor?

No te creas. Las modalidades van cambiando y uno se adapta. Tengo mucha actividad de difusión en Facebook, menos en Instagram. Es cierto que trato de conseguir un agente de prensa que se encargue de esa zona. Pero es una condena contemporánea de la que no podemos zafar. Hace 20 años, para que la gente se acercara, teníamos que pagar los destacados en las carteleras de los diarios. Eso suponía una inversión muy grande, parte de la recaudación se la llevaban los avisos. Eso ha desaparecido. En términos netamente económicos he ganado, pero esto se traslada al tiempo. Si tengo que laburar una hora todo los días en las redes sociales también pierdo plata. Son modalidades que cambian. Hace 40 años recuerdo irme a la puerta del diario Clarín con un sobre para que lo reciba un crítico, esto lo hacía pacientemente en todos los diarios. Una cosa se compensa con la otra. En esa época todo estaba mediado por los periodistas; hoy no. El riesgo de las redes sociales es que terminen siendo un lugar de ejercicio narcisista del yo. Las cosas naturalmente se desdibujan, el eje no está puesto solamente en el espectáculo sino también en la persona. Hay que aprender a lidiar con eso también.








Autores



Luisa Estrada
Redactora de Cultura en La Nacion. Estudia Direccion escénica de opera en el Instituto superior de Arte del Teatro Colon. Estrenó si primera obra de teatro en 2022.

Federico González del Solar
Estudió filosofía en la universidad de Buenos Aires, y realizó la maestría en periodismo de la universidad Torcuato di Tella y La Nación. Actualmente trabaja en la sección Política del diario La Nación.











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