07/09/2022 | JUSTINA PERTINI
Edward Estlin Cummings (1894-1962) es uno de los grandes poetas norteamericanos del siglo XX. Su manera de romper con la forma, de exponer el caos y desatar los límites viene a enseñarnos algo mucho más profundo que solo fracturas lingüísticas.
Escribir es como tocar
Edward Estlin Cummings (1894-1962) es uno de los grandes poetas norteamericanos del siglo XX. Su manera de romper con la forma, de exponer el caos y desatar los límites viene a enseñarnos algo mucho más profundo que solo fracturas lingüísticas.Conocí a Cummings hace un par de años, mientras miraba una escena de Hannah and Her Sisters. En la película, Elliot se enamora de Lee, la hermana de su mujer y, un día, bajo un encuentro poco azaroso, Elliot le compra a ésta un libro de Cummings: “and don’t forget the poem on page 112, it reminded me of you”. El poema no tiene nombre, pero se lo conoce por su primer verso: “somewhere i have never travelled, gladly beyond”. Hoy en día, después de haberlo leído infinitas veces, de repetirlo dentro mío en la calle, de memorizarlo y casi soñar con él, me sigue fascinando y sorprendiendo. La poesía de Cummings nos da la sensación de que el poema siempre está queriendo transmitir más, queriendo decir algo que el lenguaje no puede contener, que se parece a la cadencia de un cuerpo o de un gesto olvidado.
A través de los años, E.E. Cummings se ha vuelto conocido por su quiebre sintáctico, su caos estructural, su desprolijidad muchas veces ininteligible. Pero el poeta tiene mucho más para revelar que su aparente rotura. Leer a Cummings es cómo escuchar el ruido de la lluvia, es cómo un beso lento, cómo el descubrir que una palabra es todo excepto su significado literal. Cada verso es un intento de capturar algo crudo, algo que una vez que haya caído en la página va a haber perdido su esencia original. La paradoja y la eterna frustración de los escritores: crear involucra perder. Sus poesías son tentativas de fijar la emoción y la magia sin que estas dejen de latir. El poema debe estar tan vivo cómo el corazón que lo deja ir.
Leyendo, notamos que a medida que las palabras caen sobre la hoja, es cómo si Cummings también estuviese explorando simultáneamente la experiencia que relata. Cómo sí en aquel acto de escribir, él también estuviese tocando, oliendo, bebiendo de un cuerpo, pretendiendo entenderlo, encapsuládolo en algo que se rebalsa, que se despliega para todos lados:
El desafío está en hacer del instante una palabra. Sin embargo, ¿cómo generar un lenguaje coherente? Imposible, esa es la respuesta que nos da Cummings. Sí el poema es cómo un escupitajo o un orgasmo, ¿por qué intentar encerrarlo en cajones sintácticos y metáforas pulidas? Escribir es también tropezarse, distraerse con un aroma o una mueca, notar que la tinta cobra forma sobre la hoja y que a partir de ese momento ni la tinta ni la hoja volverán a ser las mismas. Rotura, fusión, nacimiento de algo nuevo.
En el poema él señala que sus dedos, una vez encima de su amada, ya no se parecen a sus dedos, que no puede reconocerlos de la misma forma que lo hacía antes. Tocar, escribir, es una experiencia que transforma y nos transforma. Se trata de una fusión, de algo que se desintegra para unirse finalmente en un acto de comunión mágico e inesperadamente cotidiano:
Autor
︎Justina Pertini
Licenciada en letras. Desde adolescente muy arraigada al mundo secreto de las palabras y la poesía. Siempre me atrajo mucho la historia del arte, continuó buscando en ésta nuevas formas de resignificar el arte presente. Apasionada por todo tipo de expresión artística; en especial la música, los proyectos audiovisuales y el dibujo.
A través de los años, E.E. Cummings se ha vuelto conocido por su quiebre sintáctico, su caos estructural, su desprolijidad muchas veces ininteligible. Pero el poeta tiene mucho más para revelar que su aparente rotura. Leer a Cummings es cómo escuchar el ruido de la lluvia, es cómo un beso lento, cómo el descubrir que una palabra es todo excepto su significado literal. Cada verso es un intento de capturar algo crudo, algo que una vez que haya caído en la página va a haber perdido su esencia original. La paradoja y la eterna frustración de los escritores: crear involucra perder. Sus poesías son tentativas de fijar la emoción y la magia sin que estas dejen de latir. El poema debe estar tan vivo cómo el corazón que lo deja ir.
Leyendo, notamos que a medida que las palabras caen sobre la hoja, es cómo si Cummings también estuviese explorando simultáneamente la experiencia que relata. Cómo sí en aquel acto de escribir, él también estuviese tocando, oliendo, bebiendo de un cuerpo, pretendiendo entenderlo, encapsuládolo en algo que se rebalsa, que se despliega para todos lados:
El desafío está en hacer del instante una palabra. Sin embargo, ¿cómo generar un lenguaje coherente? Imposible, esa es la respuesta que nos da Cummings. Sí el poema es cómo un escupitajo o un orgasmo, ¿por qué intentar encerrarlo en cajones sintácticos y metáforas pulidas? Escribir es también tropezarse, distraerse con un aroma o una mueca, notar que la tinta cobra forma sobre la hoja y que a partir de ese momento ni la tinta ni la hoja volverán a ser las mismas. Rotura, fusión, nacimiento de algo nuevo.
En el poema él señala que sus dedos, una vez encima de su amada, ya no se parecen a sus dedos, que no puede reconocerlos de la misma forma que lo hacía antes. Tocar, escribir, es una experiencia que transforma y nos transforma. Se trata de una fusión, de algo que se desintegra para unirse finalmente en un acto de comunión mágico e inesperadamente cotidiano:
Autor
︎Justina Pertini
Licenciada en letras. Desde adolescente muy arraigada al mundo secreto de las palabras y la poesía. Siempre me atrajo mucho la historia del arte, continuó buscando en ésta nuevas formas de resignificar el arte presente. Apasionada por todo tipo de expresión artística; en especial la música, los proyectos audiovisuales y el dibujo.